miércoles, 19 de octubre de 2016



                       

                     
                           MOROS Y CRISTIANOS
Los musulmanes o moros (del latín, maurus=oscuro), personas pertenecientes a la religión islámica, invadieron la Península Ibérica, a la que llamaron Al-Andalus, en el año 711, al mando del general Tarq, con aproximadamente 20.000 hombres, durante el reinado del rey visigodo Roderick. Sólo el norte montañoso continuó en poder de los españoles.

En ese año, los árabes ya dominaban toda la costa oeste de África y otros ejércitos habían invadido el Asia Menor y las islas griegas, poniendo en peligro a Constantinopla.

Algunos historiadores cuestionan la versión oficial según la cual el Islam se implantó violentamente en la península, después de esta invasión árabe, en el año 711. Argumentan que el Islam ni se impuso ni era ajeno a los hispanos, que lo abrazaron libre y mayoritariamente. En su opinión, la imposición musulmana no fue tal. Se trató de una "conspiración" promovida por la Iglesia con objeto de encubrir su derrota ante los cristianos unitarios, seguidores del arrianismo que predicó Prisciliano.
¿Ocurrió la historia tal y como nos la han contado? ¿Es posible que, en el siglo VIII de nuestra era, un ejército musulmán cruzara el estrecho de Gibraltar, derrotara a las tropas visigodas y avanzara victorioso hasta el punto de llegar a someter a casi todo el territorio peninsular? ¿Un puñado de bereberes pudo someter a 20 millones de hispanos durante varios siglos? En contra de esta hipótesis tenemos el hecho de que los documentos de la época no contienen referencias a aquella terrible invasión que, de ser cierta, habría supuesto para los peninsulares todos los males imaginables. Las primeras noticias no aparecen hasta las crónicas latinas y musulmanas del siglo IX, a seis generaciones (ciento cincuenta años) de los hechos que se relatan, cuando el Islam estaba ya firmemente arraigado en la península.
Algunos investigadores, tras comprobar que los musulmanes (moros) atribuían a sus correligionarios victorias imposibles y que los cristianos omitían consignar cualquier aspecto de lo que estaba sucediendo en su suelo, concluyen que el mito ha pervivido, contra toda lógica, porque ha interesado mantenerlo. Entre los musulmanes, porque les proporcionaba una pátina de gloria; entre los cristianos ortodoxos, porque encubría ante su propio pueblo lo que en realidad fue un fracaso social y religioso.
 Los conquistadores musulmanes también contaron con el apoyo de parte de la población judía, muy numerosa en la Bética, en la Galia Narbonense y en toda la cuenca mediterránea. Estaba presente principalmente en los centros urbanos, destacando, entre otras, las comunidades de Narbona, Tarragona, Sagunto, Elche, Lucena, Elvira,Córdoba, Mérida, Zaragoza, Sevilla, Málaga y de la capital, Toledo.
La ayuda que los judíos prestaron a los conquistadores se debió a que aquellos, en su mayoría conversos forzados pero fingidos, eran reiteradamente hostigados por la legislación visigoda (con algunas excepciones, como bajo los reyes Witerico y Suintila, y contra el criterio de obispos como el cartagenero San Isidoro, obispo de Sevilla, que los defendía). Y sabían, por lo que había ocurrido en el norte de África, que mejoraría su situación al recibir de los gobernantes musulmanes el mismo estatus que la población cristiana. Hay que tener en cuenta que la mayoría de los judíos habían sido esclavizados bajo el reinado de Égica (excepto los de la Narbonense, con la excusa de que la provincia aún no se había repuesto de la última epidemia de peste), bajo la acusación de que conspiraban contra el rey con los musulmanes del norte de África. Estos ya habían realizado algunas incursiones en la península, por lo que suscitaba miedo una posible colaboración con ellos para una futura conquista.
 Al-Andalus, la España musulmana, no fue al principio independiente, sino una provincia que pertenecía al Califato oriental. Los nuevos dominadores fijaron su centro político en Córdoba, sede del emir que gobernaba bajo la jurisdicción del califa. En 756, el Califato de Córdoba fue proclamado soberano e independiente, y a partir de esta fecha hasta 961, bajo los califas cordobeses Abderramán II y Abderramán III, Al-Andalus conoció un período de máxima prosperidad e intenso florecimiento cultural y espiritual, Córdoba convirtiéndose en la capital de la cultura europea, con sus famosas bibliotecas, sus palacios suntuosos, sus magníficas mezquitas (la mezquita es el edificio capital de la arquitectura árabe dedicado al culto religioso). Después de esta época de esplendor y grandeza, el Califato es abolido a principios del siglo IX y la España árabe desaparece como unidad política dividiéndose entre las principales ciudades, en pequeños reinos desunidos llamados taifas. A pesar de sus debilidades, los reinos de taifa alcanzaron verdaderas cimas en su desarrollo cultural, especialmente en literatura, artes y ciencias,  hasta la caída de Granada, el último reino árabe de España, en 1492.                                                  
Los árabes permanecieron en España  casi ocho siglos, alternando períodos en que guerreaban con los hispanos con otros en que convivieron pacíficamente con la población conquistada. Estos largos siglos de vida en común tuvieron fundamental importancia  para la historia de la península, ejerciendo una profunda influencia en el carácter nacional español, en la cultura, principalmente en  artes plásticas  y en literatura, en la economía y en numerosas manifestaciones del saber humano.
En literatura, de la simbiosis cultural entre el mundo oriental y occidental surgieron las formas literarias llamadas moaxajas, composiciones que unían cancioncillas en la lengua romance, llamadas  jarchas, a la poesía en árabe clásico.
             En conclusión, la España árabe, llena de vida y originalidad, se caracteriza por  su riqueza material y espiritual, por una intensa y espléndida actividad creadora, que prepara las grandes realizaciones de la España futura.

Cabe señalar además que numerosos logros económicos, comerciales, científicos, espirituales y artísticos se transmitieron mediante la España mora a la Europa cristiana, en cultura por ejemplo filtrándose hacia la filosofía escolástica, hacia el arte románico, hacia la poesía lírica de los trovadores.



BIBLIOGRAFIA

https://prezi.com/siimrrkvemqm/diferencias-entre-cristianos-musulmanes-y-judios/

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